El lugar del ministerio de Ezequiel era Babilonia, a la cual había sido deportado en el 597 a. de J.C. Ezequiel 8-11 contiene una visión singular de los acontecimientos que se estaban llevando a cabo en Jerusalén (Ezequiel 24:1, 2). Parecería imposible que Ezequiel en Babilonia pudiera haber conocido en tal detalle los acontecimientos en Jerusalén salvo por revelación divina.
El libro se divide en tres partes:
(1) la denuncia de Judá e Israel (caps. 1-24,593-588 a. de J.C.)
(2) oráculos en contra de las naciones extranjeras (caps. 25-32, con fecha del 587-571)
(3) la futura restauración de Israel (caps.33-48, con fecha del 585-573).
Se pronunciaron las profecías de la primera sección antes de la caída de Jerusalén. El llamado de Ezequiel a la obra profética (caps. 1-3) incluye su visión de la gloria divina: el trono de Dios cargado por un carro extraterreno de querubines y ruedas (Ezequiel 1:4-21). El profeta come el rollo en el cual está escrito su triste mensaje (Ezequiel 2:8—3:3) y se le ordena que sea el atalaya del Señor, con el precio de su propia vida si no da la alarma (Ezequiel 3:16-21; ver 33:1-9). Ezequiel entonces predice la destrucción de Jerusalén con actos simbólicos (Ezequiel 4:7) como el sitio de una copia de la ciudad (Ezequiel 4:1-8) y el racionamiento del alimento y la bebida (Ezequiel 4:9-17). Después sigue la famosa visión de la iniquidad de Jerusalén para la cual Ezequiel es arrebatado en espíritu a Jerusalén (caps. 8—11) y ve todo tipo de idolatría repugnante practicada en las cortes del templo.
Mientras mira la profanación de la casa del Señor, ve como la gloria divina que se ha manifestado en el lugar santísimo (Ezequiel 8:4) deja el templo y la ciudad (Ezequiel 9:3; 10:4, 19; 11:22-23), simbolizando el abandono de Dios de su pueblo apóstata. En ese momento Ezequiel vuelve en espíritu a Babilonia. El resto de la primera sección (caps. 12—24) registra las acciones simbólicas y los sermones que predicen la caída de Jerusalén. Realiza actos simbólicos de la salida al exilio (Ezequiel 12:1-7), predica en contra de los
falsos profetas (cap. 13) y en dos oráculos conmovedores (caps. 16, 23) describe la apostasía del pueblo ingrato. Su declaración de la responsabilidad del individuo ante Dios (cap. 18) es famosa. Finalmente anuncia el comienzo del sitio de Jerusalén, en la tarde del mismo día en que muere su esposa y se vuelve mudo hasta la caída de la ciudad (cap. 24).
Después de las profecías del juicio en contra de las naciones extranjeras (Ezequiel 25—32) viene el punto culminante de la visión del profeta, escrito después de la caída de Jerusalén: la restauración de Israel (caps. 33—48).
Dios traerá al pueblo de nuevo a su tierra, enviará el hijo de David a reinar sobre ellos y les dará un nuevo corazón (caps. 34, 36). La visión del valle de los huesos secos (cap. 37) es una declaración figurada de esta recomposición de la nación. Después sigue el triunfo de Israel sobre los poderes gentiles, Gog y Magog (caps. 38 y 39). Finalmente se describe un gran templo restaurado (caps. 40—43), con sus santos servicios (caps. 44—46), el río de vida que fluye de él (cap. 47) y el pueblo de Israel viviendo en sus lugares alrededor de
la ciudad llamada Jehovah está allí (cap. 48), a la cual ha vuelto la gloria de Dios (Ezequiel 43:2, 4, 5; 44:4).
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