Evangelio De Juan.
Nunca
se ha escrito un libro que reclame cosas tan grandes para su héroe como el
Evangelio de Juan. Su autor le otorga los títulos más exuberantes al Cristo
histórico. De hecho, desde el primer v. dice que es Dios. La
tradición sostiene que Juan es su autor y que la fecha y lugar de autoría fue
en algún tiempo hacia el cierre del primer siglo d. de J.C., en Asia Menor. Además,
la evidencia interna apoya la tradición. Es evidente que el autor era judío,
tal como lo indican su estilo (mostrando familiaridad con el AT) y conocimiento
íntimo de las creencias religiosas y costumbres judías (Juan 2:13, 17, 23; 4:9,
25; 5:1; 6:4, 15; 7:2, 27, 37, 38, 42; 10:22, 23, 34, 35; 11:38, 44, 49;
12:40). Probablemente era un judío palestino, dado que manifiesta un
conocimiento bastante detallado de la topografía palestina (Juan 1:28; 2:1, 12;
3:23; 4:11, 20; 11:1, 54; 12:21), particularmente de Jerusalén y lugares
circunvecinos (Juan 5:2; 9:7; 11:18; 18:1; 19:17) y del templo (Juan 2:14, 20;
8:2, 20; 10:22, 23; 18:1, 20). Habiendo sido un testigo ocular, él recordaba el
tiempo y lugar donde ocurrieron los eventos (Juan 1:29, 35, 39; 2:1; 3:24; 4:6,
40, 52, 53; 6:22; 7:14; 11:6; 12:1; 13:1, 2; 19:14, 31; 20:1, 19, 26). El sabía
que Jesús estaba cansado cuando se sentó en el pozo (Juan 4:6), recordó las
palabras exactas que expresaran los vecinos del ciego de nacimiento (Juan
9:8-10), vio la sangre y el agua que
brotaron del costado de
Jesús que fue traspasado (Juan 19:33-35), conocía por nombre al siervo del sumo
sacerdote (Juan 18:10) y era conocido del sumo sacerdote (Juan 18:15). Tan
íntimo y completo era su conocimiento de las acciones, palabras y sentimientos
de los otros discípulos que debe haber sido uno de los 12 (Juan 1:35-42; 2:17,
22; 4:27; 6:19; 11:16; 13:22-28; 18:15, 16; 20:2; 21:20-23). Aunque no se
menciona por nombre a sí mismo, sino que se autodenomina el discípulo a quien Jesús amaba, se distingue de los otros a
quienes sí menciona por nombre (Simón Pedro, Juan 1:40-42, 44; Andrés, Juan
1:40, 44; 6:8; 12:22; Felipe Juan 1:43-46; Natanael, Juan 1:45-49; 21:2; Tomás,
Juan 11:16; 14:5; 20:24-29; 21:2; Judas [no el Iscariote], Juan 14:22; y Judas
el traidor, Juan 6:71; 12:4; 13:2, 26, 29; 18:2, 3, 5). Mateo puede ser eliminado
como probable autor del cuarto Evangelio porque se le asocia con otro. De la
misma manera otros de los discípulos menos conocidos, como Jacobo el Menor y
Simón el zelote. Esto deja únicamente a los hijos de Zebedeo: Jacobo y a Juan.
Pero Jacobo murió prematuramente (Hechos 12), mientras que el autor del cuarto
Evangelio sobrevivió aun a Pedro (quien sobrevivió a Jacobo). En base a
21:19-24, es bastante evidente que Juan aún estaba vivo y dando testimonio
cuando apareció el cuarto Evangelio (note el tiempo presente en 21:24); para
entonces Pedro ya había sufrido el martirio (21:19). Parece ser que la
conclusión más razonable debería ser que Juan escribió el cuarto Evangelio.
Juan declara que su
propósito al escribir es que sus lectores puedan creer que Jesús es el Cristo,
el Hijo de Dios, y de esa manera recibir vida (Juan 20:30, 31). El énfasis no
cae sobre el Reino (como en los otros Evangelios), sino sobre el Rey mismo.
Esto dice mucho del porqué se incluyeran los siete Yo soy (Juan
6:35; 8:12; 10:9, 11; 11:25; 14:6; 15:5). Mucho más que los otros, este
Evangelio registra el trabajo de Jesús en Judea. También abunda en enseñanzas
sin parábolas y se explaya sobre los eventos y discursos que pertenecen a un
período de menos de 24 horas (caps. 13—19). Registra de manera especial la
promesa de la venida y obra del Espíritu Santo (Juan 14:16, 17, 26; 15:26;
16:13, 14).
El libro de Juan muestra que
Jesucristo es el Hijo de Dios:
I. Durante su ministerio
público
A. Revelándose en círculos más y más
amplios, rechazado (caps. 1—6).
B. Apelando amorosamente a los pecadores, amargamente resistido (caps. 7—10).
C. Manifestándose como el Mesías por medio
de dos grandes hechos, repulsado (caps. 11, 12).
II. Durante su ministerio
privado
A. Emitiendo e ilustrando su nuevo
mandamiento (cap. 13).
B. Instruyendo a sus discípulos
amorosamente y entregándolos al cuidado del Padre (caps. 14—17).
C. Muriendo como sustituto por su pueblo
(caps. 18, 19).
D. Triunfando gloriosamente (caps. 20, 21).
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