“¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardarán en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lucas 18:7-8)
Cuando era estudiante, tenía la habilidad de poder arreglar computadores, y como había considerado que fue Dios quien me dio la posibilidad de ingresar a estudiar a la Universidad, le hice la promesa que asistiría a todo aquel solicitara de mi ayuda, sin solicitar nada a cambio. Fue así, que les mantenía los computadores a colegios y toda la familia, hoy en día es más fácil porque se puede hacer en forma remota, mucho mejor que antes que había que ir a los hogares.
Cuando caminamos por fe, pienso que debemos llegar al punto de presentar ante Dios nuestros problemas, de la misma manera como lo hacían los familiares y estudiantes, con la total confianza de que solo Él puede componer, todo aquello que se encuentre en mal estado o roto en nuestras visas. No es una tarea fácil, porque si hay algo que requiere de nosotros una maduración espiritual y crecimiento en carácter, es la capacidad de fortalecer nuestra confianza en El Señor, apoyados siempre en sus escrituras.
Sin embargo, todo se facilita cuando nos hacemos conscientes de que su palabra nos regala preciosas y grandísimas promesas que solo se harán realidad si ejercemos y hacemos cada día más solida dicha fe. Porque es a través de ella, que podremos disfrutar de lo que El Señor nos ha prometido, aunque en un momento puntual nos parezca imposible. Así le ocurrió a Sara, Zacarías, Elizabeth y otros muchos personajes de la Biblia. A Marta Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”. Luego se dirigió al cementerio y llamó a Lázaro levantándolo de la tumba (Juan 11:40)
No dejes de pedir, buscar y golpear llevando adelante tu fe en El Señor. Las respuestas algunas veces temprano, algunas veces más tarde, pero en sus tiempos que son perfectos, llegarán, porque “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37)
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