Carta De Santiago.
Esta
carta fue una de las últimas que fueron aceptadas sin reservas como parte del
canon del NT. En el Oriente la iglesia la aceptó desde una época bastante
temprana, pero en el Occidente no se aceptó como parte del canon sino hasta el
final del siglo IV.
El NT menciona a cinco
personas con el nombre de Jacobo. La tradición atribuye la carta de Santiago a
Jacobo, el hermano del Señor. Todas las características de la carta apoyan este
punto de vista. El autor habla con la autoridad de uno que sabía que no
necesitaba justificar o defender su posición. En el NT no hay ningún otro libro
con un tono judío como esta carta, y esto es de esperarse de un hombre a quien
tanto la tradición como el resto del NT muestran que se distinguía por su gran
apego a la ley de Moisés, más de lo que Pablo mismo mostró.
La carta está dirigida a las doce tribus de la dispersión, una expresión ambigua que ha
sido interpretada de diferentes maneras:
(1) En referencia a los judíos
de la diáspora en general, quienes vivían fuera de Palestina, viviendo por todo
el mundo del Mediterráneo. Esta aplicación parece imposible, ya que el
escritor se está dirigiendo
a cristianos (Santiago 1:18, 25; 2:1, 12; 5:7-9).
(2) Los judíos creyentes de
la diáspora.
(3) La iglesia cristiana
como el nuevo pueblo de Dios viviendo lejos de la patria celestial: el
verdadero Israel (Gálatas 6:16), la verdadera circuncisión (Filipenses 3:3) y
la simiente de Abraham (Romanos 4:16; Gálatas 3:29).
Sin embargo, no hay duda de
que la carta estaba destinada para los judíos cristianos, aunque su mensaje se
aplica a todos los creyentes. Aquellos a quienes el escritor se dirige adoraban
en sinagogas (Santiago 2:2), y las debilidades que él ataca eran
características de los judíos: el mal uso de la lengua (Santiago 3:2-12; 4:2,
11), el juzgar cruelmente al prójimo (Santiago 3:14; 4:11), el hacer juramentos
imprudentes (Santiago 5:12), el afán indebido por las riquezas (Santiago
2:1-13), etc. Por otro lado, no se mencionan específicamente vicios paganos; p.
ej., la idolatría, borracheras e impurezas, en contra de las cuales Pablo a
menudo previno a los creyentes gentiles.
Después del saludo (Santiago
1:10), Santiago primero amonesta a sus lectores para que mantengan una actitud
apropiada ante las tribulaciones y las tentaciones (Santiago 1:2-18) y los
exhorta a ser hacedores y no meramente oidores de la Palabra de Dios (Santiago
1:19-25). Les prohíbe menospreciar al pobre y favorecer al rico (Santiago
2:1-13) y les muestra la insuficiencia de la fe
sin obras (Santiago 2:14-26). Después los previene en contra del mal uso de la
lengua (Santiago 3:1-12), y establece la naturaleza de la verdadera y la falsa
sabiduría (Santiago 3:13-18). Los reprende por su codicia y lascivia (Santiago
4:1-12) y por hacer planes arriesgados en relación con negocios futuros (Santiago
4:13-17). La carta termina con una advertencia a los ricos irreligiosos (Santiago
5:1-6), una exhortación a la paciencia en medio del sufrimiento (Santiago
5:7-12), un recordatorio del poder de la oración en cualquier necesidad (Santiago
5:13-18) y una declaración del gozo que produce el servicio cristiano (Santiago
5:19, 20).
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