Mas
tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que
está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
(Mateo 6:6)
Respondiendo a la
inquietud de la mujer samaritana, Jesús explicó que lo esencial para la
adoración y la comunión con Dios, es nuestra postura en la intimidad con Él.
Esta misma enseñanza la encontramos en el sermón de la montaña cuando pronunció
el versículo de hoy: Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la
puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público.
Estar a solas junto al
Señor, va más allá del lugar donde nos encontremos o de las circunstancias que
nos rodeen, es la actitud de sosiego y paz bajo la cual, de corazón, nos
encomendamos a Dios, con la plena confianza de que Él, toma cuenta de nosotros,
atiende nuestras súplicas, reserva para nuestro presente y futuro, su infinita
gracia y misericordia.
Cada uno de nosotros,
debe cultivar esa vocación de intimidad, encontrándose con El Señor, en la
oración solitaria. Allí podremos abrir nuestro corazón no solo para hacer
peticiones por ‘cosas’ sino para hablar claramente a Dios sobre nuestras
debilidades y la necesidad que tenemos de su fortaleza y su ayuda.
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