Si
me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador, para que esté con vosotros para siempre. (Juan 14:15-16)
Oswald Chambers señaló
alguna vez: “El Señor no me presiona con reglas, pero deja bien claro cuáles
son sus normas. Si mi relación con Él, tiene como base el amor, le obedeceré
sin dudar; en cambio sí vacilo, es porque mi amor le pertenece a alguien o algo
que coloqué en Su lugar”
Ser obedientes al
Señor, es demostrarle nuestro amor y confianza, a sabiendas de que reconocemos
que sus caminos son más altos que los nuestros. Y es que el amor, es un
principio activo, que se expresa en el obrar, buscando agradar a aquello o
aquel que amamos. Por ello, obedecer a Dios, siguiendo Su palabra, es hacernos
objeto de Su voluntad, renunciando a lo que nosotros consideramos correcto y
sometiéndonos con humildad a seguir el camino que Nuestro Padre nos revele.
Dios exige obediencia
de parte de Sus seguidores, y Jesús le otorgó suma importancia a este tema. En
una ocasión, preguntó: “¿Por qué me llamáis, Señor, y no hacéis
lo que yo digo” (Lucas 6:46)? Y también presentó este desafío: “Si
me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).
Amemos a Dios cada
día, haciendo Su voluntad, siguiendo Su palabra. Que sea Él es la prioridad en
nuestras vidas.

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