Y
decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame. (Lucas 9:23)
En el versículo de hoy
Jesús, nos habla en dos metáforas, de dos cambios profundos que debemos
emprender como para servir a Dios de manera fiel y plena. La primera, negarse a
sí mismo, la segunda cargar cada día nuestra cruz. Pero ¿qué significan cada
una de ellas?
En cuanto a negarnos a
nosotros mismos surge la pregunta: ¿Por qué Jesús nos invitaba a negarnos? Por
naturaleza somos imperfectos, cometemos errores, somos expuestos y podemos
caer en la tentación. Negarnos a nosotros mismos, implica, no vivir conforme a
esa lógica, no ser arrastrados por las corrientes del mundo, sino vivir ahora
como nueva creación (2 Corintios 5:17), como ejemplares
hijos de Dios, luchando cada día por transformarnos y alejarnos de aquella
vieja persona, cargada de vicios.
Sobre tomar nuestra
cruz, Jesús, nos habló en metáfora de esa misma lucha interna que libramos para
convertirnos en aquello que Dios espera de nosotros. Es una batalla diaria que,
por su dureza, por su complejidad, implica de nosotros, perseverancia,
constancia, fe y apego a la palabra del Señor. Es pues, la carga diaria de una
cruz, que podrá sobrellevarse en la medida que en nuestra obra y en nuestras
actuaciones reflejemos la bondad que Dios ha cultivado en nuestros corazones.
Recuerda construir una
vida que realmente agrade a Dios, aléjate del aquello que te separe de Él,
aliméntate de Su Palabra, búscalo en oración, sírvele y haz que sea el
centro de tu vida. Ganar esa batalla entre lo que fuimos y lo que queremos ser
para agradar a Dios, no será fácil, pero contamos para ello con una hermosa
promesa: No habrá carga tan pesada que de la mano del Señor no podamos llevar.
Confía en Dios y
podrás. Nada es imposible si nos encomendamos a Él.
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