Así
que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la
familia de la fe. (Gálatas 6:10)
La noticia de un
sencillo acto de bondad en un metro de Nueva York recorrió el mundo. Un joven,
con la cabeza cubierta con la capucha de su suéter, se durmió apoyado en el
hombro de un pasajero mayor. Cuando alguien se ofreció para despertar al joven,
el hombre dijo en voz baja: «Seguro que tuvo un día largo. Déjalo que duerma.
Nos ha pasado a todos». Entonces, dejó que su cansado compañero de viaje
durmiera sobre su hombro durante casi una hora. Cuando llegó a la estación
donde debía bajarse, se levantó lentamente para no despertarlo. Mientras tanto,
otro pasajero tomó una fotografía, la subió a una red social, y la foto «se
viralizó».
La bondad de ese
hombre parece transmitir lo que todos anhelamos: una acción bondadosa que
refleje el corazón de Dios. Vemos esta actitud en Jesús, cuando sus amigos
trataron de evitar que el ruido que hacían los niños lo molestara. Pero Él
insistió en tomar a aquellos pequeños en sus brazos y bendecirlos (Marcos
10:16). Mientras lo hacía, nos invitó a todos a confiar en Él como si fuéramos niños (vv.
13-16).
El Señor nos enseña
que todos estamos seguros en su presencia. Ya sea que estemos despiertos o
dormidos, podemos apoyarnos en Él. Cuando nos sentimos exhaustos, nos ofrece un
lugar seguro donde descansar.
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