!!Cuán
grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, ¡Que has mostrado
a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres! (Salmos 31:19)
Durante varios meses
estuve internado realizándome el tratamiento contra el cáncer que padecía, y en
cada momento hasta el día de hoy, doy las gracias por haberme escogido a mí,
para pasar esta copa y beberla, doy las gracias que, por su misericordia, me ha
permitido seguir con vida y dar mi testimonio, de cómo me sanó mi Señor del cáncer,
haciendo desaparecer el tumor que tenía, sin que los médicos puedan dar una
explicación de lo sucedido. Meses más
tarde, aún siguen preguntándome cómo me sentía, y mi respuesta era a menudo muy
simple: Bendecido y fortalecido por mi Señor.
No obstante, las bendiciones vienen en
diferentes formas y tamaños. Aun cuando estamos haciendo todo lo que pensamos
que Dios espera de nosotros, tal vez sigamos experimentando sufrimientos. A
veces, nos sorprende que el Señor no responda como esperamos o que su tiempo no
sea el que nosotros creemos oportuno.
Esto lo vemos en la
vida de José. Desde una perspectiva humana, podríamos pensar que Dios se había
olvidado de él, ya que, por más de una década, José experimentó sufrimientos.
Lo arrojaron a un pozo, lo vendieron como esclavo, lo acusaron falsamente, lo
encarcelaron de manera injusta. No obstante, al final, la fidelidad de Dios
hacia él se manifestó ante todos al ponerlo como gobernante de Egipto y salvar
a muchos de la hambruna (Génesis 37–46). C. S. Lewis
escribió: «Cuando perdemos una bendición,
otra suele ser dada en su lugar de la manera más inesperada».
Comentarios
Publicar un comentario