Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová
haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce
sobre ti su rostro, y ponga en ti paz (Números 6:24-26)
Las bendiciones vienen en diferentes formas y tamaños.
Aun cuando estamos haciendo todo lo que pensamos que Dios espera de nosotros,
tal vez sigamos experimentando sufrimientos. A veces, nos sorprende que el
Señor no responda como esperamos o que su tiempo no sea el que nosotros creemos
oportuno.
Esto lo vemos en la vida de José. Desde una
perspectiva humana, podríamos pensar que Dios se había olvidado de él, ya que,
por más de una década, José experimentó sufrimientos. Lo arrojaron a un pozo,
lo vendieron como esclavo, lo acusaron falsamente, lo encarcelaron de manera
injusta. No obstante, al final, la fidelidad de Dios hacia él se manifestó ante
todos al ponerlo como gobernante de Egipto y salvar a muchos de la hambruna (Génesis
37–46). C. S. Lewis escribió: «Cuando perdemos una bendición, otra
suele ser dada en su lugar de la manera más inesperada».
Dios siempre tuvo su mano de bendición sobre José,
como lo hace con todos los que confían en Él. «¡Cuán grande es tu bondad…!»
(Salmo 31:19).
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