Será como árbol plantado junto a
corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo
que hace, prosperará. (Salmos 1:3)
La Palabra de Dios siembra es la semilla por la que su
amor, bondad, misericordia y compasión crecen en nosotros y nos permiten dirigirnos
de la manera en que el Señor quiere que andemos.
Así como una cosecha abundante depende de una fuente
de agua limpia, la calidad del «fruto» en mi vida —mis palabras, acciones y
actitudes— depende de mí nutrición espiritual. El salmista lo describe en el Salmo
1: …el varón … que en la ley del Señor está su delicia, … será como árbol
plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo… (vv. 1-3).
Y, en Gálatas 5, Pablo escribe que, a los que andan en el Espíritu,
los caracteriza el …amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza… (vv. 22-23).
A veces, las circunstancias me amargan, o mis acciones
y palabras se vuelven desagradables. No hay buen fruto. Entonces, me doy cuenta
de que no he pasado tiempo escuchando las palabras de mi Dios. Pero, cuando el
ritmo de mi vida diaria se arraiga en Él, doy fruto bueno. Al interactuar con
los demás, soy paciente y amable, y me resulta más fácil dar gracias que
quejarme.
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