Nosotros nos parecía que éramos como
langostas; y a ellos también así les parecíamos (Números 13:33)
La mayoría de las batallas que enfrentes en la vida,
depederán de la forma en que te miras a ti mismo ¿Te consideras un valiente y
poderoso guerrero de Dios… o un debilucho a quien los problemas pueden darle
una paliza cuando lo deseen?
La respuesta a esa pregunta depende de ti. Lo
comprendí cuando estaba estudiando acerca del pueblo de Israel, y de cómo
fracasaron al no entrar en la Tierra Prometida. La clave de su fracaso se
encuentra en las palabras: «Nosotros nos parecía que éramos como
langostas; y a ellos también así les parecíamos» (Números 13:33).
La razón por la cual los israelitas estaban tan
aterrorizados de pelear contra los gigantes de Canaán no era porque esos
gigantes fueran tan grandes, sino porque los israelitas se veían a sí mismos
como enanos. La imagen que tenían de sí mismos fue la que los derrotó.
El mismo principio se aplica en tu vida como creyente.
La imagen que tengas de ti mismo es la que cuenta. Si a tus ojos eres un
cristiano débil y sin poder, con facilidad pensarás que no puedes hallar las
fuerzas que Dios te ha prometido. Ahora, cuando empieces a verte como un hijo
de Dios, un conquistador del Dios todopoderoso, equipado con el mismo poder de
Dios, caminarás confiado en que la victoria es ya una infalible promesa.
Si no te ves fuerte en el Señor, necesitas cambiar tu
opinión de ti mismo. Debes llenarte por completo de la Palabra de Dios y del
Espíritu Santo para que vivas como un gigante espiritual.
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