Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra
cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31)
Hace unos meses, recibí un email donde me invitaban a
unirme a una comunidad de «personas motivadas». Busqué la palabra «motivado», y
descubrí que se refiere a alguien determinado a triunfar.
¿Es bueno ser una persona motivada? Hay una prueba que
nunca falla: «hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31).
Muchas veces, obramos para alcanzar gloria personal. Después del diluvio de la
época de Noé, unas personas decidieron construir una torre para hacerse famosas
y evitar ser esparcidas por el mundo (Génesis 11:4). Su motivación era
incorrecta, porque no estaban obrando para glorificar a Dios.
En cambio, cuando el rey Salomón dedicó el arca del
pacto y el templo recién edificado, declaró: «he edificado la casa al nombre
del Señor» (1 Reyes 8:20). Después, oró: «Incline nuestro corazón hacia
él, para que andemos en todos sus caminos, y guardemos sus mandamientos» (v.
58).
Cuando nuestro mayor deseo es glorificar a Dios y
caminar en obediencia, nos transformamos en personas motivadas que buscan amar
y servir a Jesús en el poder del Espíritu. Que nuestra oración haga eco de la
de Salomón. Que sea «perfecto [nuestro] corazón para con el Señor nuestro Dios, andando en
sus estatutos y guardando sus mandamientos» (v. 61).
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