Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo
alcanzado ya; pero una cosa sí hago: me olvido ciertamente de lo que ha quedado
atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante; ¡prosigo a la meta, al premio
del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús! (Filipenses 3:13-14)
Golpes y contusiones espirituales. Dolores
y sufrimientos internos que parecen nunca irse. Casi todos nosotros sabemos lo
que son, pero pocos sabemos qué hacer al respecto.
La razón es ésta: en lugar de dejar esos dolorosos
fracasos en el pasado, con frecuencia hacemos énfasis en ellos hasta que llegan
a ser más reales para nosotros que las mismas promesas de Dios. Nos enfocamos
en ellos hasta que llegamos a estar sumergidos en la depresión, inactivos por
el temor de que si proseguimos, volveremos a fracasar.
Pero hay una salida. Si la depresión te
lleva en descenso espiritual, lo único que debes hacer para escapar es quitar
los ojos del pasado y ponerlos en el futuro, un futuro que ha sido garantizado
por Cristo Jesús mediante las abundantes y preciosas promesas de Su Palabra.
Hay posibilidades de que al principio no
sea tan fácil para ti. Quizás tu mente ha tenido años de práctica en
concentrarse en el pasado. Como un caballo viejo que habitualmente se dirige al
establo, es posible que tus pensamientos comiencen a galopar en esa dirección
cada vez que les sueltes la rienda.
Por lo tanto, no las aflojes. Toma las
riendas con mayor fuerza. Disponte a meditar en la Palabra de Dios. Reemplaza
los pensamientos del pasado con promesas de las Escrituras acerca del futuro, y
se diligente al respecto. Entonces, en vez de ser un soldado herido, llegarás a
ser el guerrero conquistador que Dios creó.
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