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A menudo nos perdemos lo que Dios quiere hacer por
nosotros, sólo porque Él no hace las cosas como nosotros creemos que debería
hacerlas. Por ejemplo, nos ponemos a pensar en la manera en que va a sanarnos.
Pensamos que enviará a algún predicador famoso a imponer sus manos sobre
nosotros o que el Señor nos derribará con una descarga de Su poder. Pero cuando
no lo hace así, nuestra fe decae y arruinamos lo que Él había planeado hacer.
Eso fue lo que hizo Naamán. Él fue a Eliseo con la
esperanza de ser sano de una manera en particular. Cuando no sucedió así, la
Biblia nos dice que él se fue furioso.
Lo que Eliseo le mandó que hiciera era fácil. Él tenía
que sumergirse siete veces en el río Jordán. Naamán pudo haberlo hecho, pero
ésa no fue la forma en que él pensó que sería sano. Este hombre creyó que
Eliseo lo sanaría con sólo pasar sus manos sobre él, e invocar el Nombre del
Señor.
Naamán salió precipitadamente. Pero de no haber sido
por uno de sus siervos que lo convenció de obedecer lo que Eliseo le había dicho,
él hubiera perdido su sanidad.
Yo era así. Deseaba tanto ver cosas espectaculares de
parte de Dios que estaba perdiéndome las que Él tenía planeadas para mí. Cuando
lo entendí, dejé de buscar cosas grandes y espectaculares, y sólo me limité a
esperar que Dios cumpliera Su Palabra.
No dejes que tus propias
ideas, acerca de cómo obrará el Señor, te quiten tu sanidad, tu liberación o tu
prosperidad. Sólo confía en Dios y deja que Él haga las cosas como Él sabe
hacerlas. Él actuará poderosamente en ti.
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