No sólo de pan vive el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4:4)
La Palabra de Dios es alimento para el espíritu, así
como el pan lo es para el cuerpo físico. Cuando el cuerpo se alimenta, libera
una fuerza física a la que llamamos fortaleza. Cuando el espíritu se nutre del
alimento espiritual de la Palabra, produce una fuerza espiritual a la que
llamamos fe. De la misma manera que el cuerpo no puede alimentarse por semanas
del recuerdo de una sola comida, tampoco el espíritu puede recordar lo que dice
la Palabra y permanecer fuerte en la fe. Tienes que leerla. Aun cuando la hayas
leído cientos de veces, necesitas leerla nuevamente.
Trata de hacer esto: cierra los ojos y obsérvate
cortando un limón. Ahora pon esa rodaja de limón entre tus dientes y cuando yo
diga Tres, muérdela tan duro que el jugo salpique en tu boca. Uno. Dos. Tres.
¡Muerde!
Es posible que tengas un recuerdo tan vívido de lo que
es morder un limón, al punto que ahora mismo se te haga agua la boca. Pero
déjame preguntarte algo: ¿te nutriste de ese recuerdo? No.
Recordar la Palabra de Dios no es suficiente. Debes
alimentarte constantemente de lo que dice. Ábrela y léela. Ve a la iglesia y
pon atención a la predicación de la Palabra.
Un día leerás un versículo familiar, un versículo que
ya has leído miles de veces, y de pronto Dios te dará la revelación más grande
que hayas tenido: una revelación completamente nueva de ese versículo. Es
probable que sea exactamente lo que necesitas saber acerca de tu situación
actual.
Sí, puedes alimentarte de la Palabra que está
depositada en tu espíritu. Pero recuerda esto: no puedes obtener resultados
continuos si no pasas tiempo en oración y en la Palabra de Dios para que el
Espíritu te nutra diariamente.
No trates de vivir del recuerdo de tu última comida
espiritual. Repón la fuerza de la fe dentro de ti. Disfruta hoy de un banquete
con la Palabra de Dios.
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