Ante todo, exhorto a que se hagan
rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres;
por los reyes y por todos los que ocupan altos puestos, para que vivamos con
tranquilidad y reposo, y en toda piedad y honestidad (1 Timoteo 2:1-2)
Estos versículos son claros, ¿cierto? La instrucción
es simple y plana, mantener la oración como el pilar fundamental de nuestra
vida junto a Dios para recibir dentro de sus tiempos, las maravillosas promesas
que sólo el puede brindarnos: paz, regocijo, seguridad, tranquilidad y sobre
todas las cosas, vida. Y es que la oración se convierte en una prioridad, en la
herramienta indispensable para pedir al Señor su ayuda, pero también para
agradecerle las bendiciones que nos otorga.
David fue un hombre de oración, agradecía a Dios con
hermosos salmos que eran oraciones escritas, pero también disponía de tal
herramienta en situaciones apremiantes, por ejemplo, cuando pensaba pelear
contra los filisteos. Antes de emprender la batalla, «David consultó al Señor,
diciendo: ¿Iré a atacar a estos filisteos?» (1 Samuel 23:2). El Señor
le dio su aprobación. Sin embargo, a los soldados de David le intimidaban las
fuerzas enemigas. Entonces, antes de levantarse contra los filisteos, el líder
volvió a orar, y Dios prometió darle la victoria (v. 4).
¿Es la oración una guía en nuestra vida o el último
recurso cuando surgen problemas? A veces, caemos en el hábito de hacer planes
y, después, pedirle a Dios que los bendiga, o solamente oramos en momentos de
desesperación. El Señor desea que acudamos a Él en nuestras necesidades, pero
también que recordemos que lo precisamos en todo momento (Proverbios 3:5-6).
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