EL PODER DE LA PALABRA DE DIOS (1) - EFESIOS 4:32

Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.  (Efesios 4:32)
Liuba era una joven rusa encarcelada de por vida debido a un asesinato.  Tenía sida y pensaba que su existencia carecía de sentido.  Estaba tan desesperada que cuando iba a suicidarse, se le ocurrió pedir un último socorro al cielo.  Ella dijo a Dios: “Si todavía me amas, después de todo lo que hice, ¡respóndeme!”
Alguien le había dado una Biblia y la joven la abrió en el libro de Mateo: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 9:13).  Así decía el primer pasaje que leyó y que la impactó grandemente.  “Venid luego, dice el Señor, y estamos a cuenta:  si vuestros pecados fueren como la grama, como la nieve serán emblanquecidos” (Isaias 1:18), confirmaba el segundo.  El tercer pasaje hablaba del malhechor crucificado al lado de Jesús, quien dijo “Nosotros, a la verdad justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo.  Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.  Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:41-43)
Alcanzada por la Palabra de Dios y anonadada por su amor, Liuba se convirtió al Señor aquel día.  Pasó a ser una testigo de Cristo en la cárcel donde estaba.  Gracias a su influencia, aquel siniestro lugar se fue transformando poco a poco:  ya no se oían gritos salvajes ni había peleas entre criminales; a veces incluso las detenidas cantaban himnos.
Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.  (Salmo 119:105)

Comentarios