LA APARIENCIA DIVINA - SALMO 51:17

Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.  (Salmo 51:17)
Para explicar la importancia de lo que sucede en nuestros corazones.  Jesús toma el ejemplo de dos hombres que van a orar al templo.  Uno de ellos es un personaje religioso que se cree justo, el otro es despreciado debido a la función que desempeña en la sociedad.
El primero ora así: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres”.  El orgullo nos aísla de nuestros semejantes, pero ante todo nos aleja de Dios, quien aborrece “la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa” (Proverbios 8:13)
El segundo tiene una actitud totalmente diferente.  Es consciente de sus pecados ante Dios y no se atreve a acercarse a Él.  Su conciencia intranquila ni siquiera le permite levantar los ojos hacia el cielo, pero sea que Dios es un Dios de misericordia y de gracia.  Ora así: “Dios, se propicio a mí, pecador”.  Refiriéndose a él, Jesús dijo: “Este descendió a su casa justificado antes que el otro”, es decir, el hombre religioso satisfecho de sí mismo.  Luego el Señor añadió: “Cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.
Dios no ha cambiado.  “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).  Todo el que hoy se humilla ante Dios le confiesa sus pecados y cree que Jesucristo murió para expiarlos, recibe su perdón por gracia.
“El Señor no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:7)

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