“Deja la ira, y desecha el enojo; No te
excites en manera alguna a hacer lo malo. Porque los malignos serán destruidos,
Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra” (Salmos 37:8-9)
Gueorgui Zhúkov fue uno de los comandantes más
importantes de la segunda guerra mundial. Bajo su mando fueron derrotadas las
fuerzas nazis en el continente europeo, para consolidar de esa forma la
victoria de los aliados en dicho enfrentamiento. Pero ¿Cómo pudo Zhúkov hacerse
cargo de ese inmenso ejercito? Sin dudas que parte de la respuesta reside, en
su gran capacidad para lidiar con diferentes tipos de personas.
Sin embargo, un detalle poco conocido de este gran
estratega militar era que en su juventud tuvo enormes dificultades para
relacionarse con otras personas. Su madre quien inculcó desde casa el apego a
la palabra de Dios, luego de un grave el altercado en la universidad por su
susceptible temperamento le citó a Proverbios 16:32: “Mejor es el que tarda en
airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma
una ciudad”. Años después él reconoció esa conversación como uno de los
momentos más valiosos de sus vidas, ya que le abrió las puertas a aprender a
manejar su enojo y mejorar su relación con aquellos que tenía a su alrededor.
Muchas veces he reaccionado de manera airada y he
mostrado mi temperamento cuando las cosas no marchan a mi favor. Ha sido tal
vez producto de la frustración por considerar injusto el proceder de otros hacia
a mi o por no saber reconocer mis limitaciones en cierto momento. No obstante,
la obra de Dios en mi vida me ha permitido progresivamente, en un proceso que
ha requerido mi compromiso para madurar en carácter y espíritu, encontrar la
paz para sobreponerme a esa ira y controlar mi enojo.
¿Qué mejor manera hay de influir a las personas que
con un espíritu afable? Encontremos en el Señor la paz de calidad para
controlar nuestra ira. Al hacerlo habremos dominado a un poderoso enemigo.
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