Orando en todo
tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia. Efesios 6:18
En algunos países,
como la religión va unida a la tradición, las familias adoran divinidades
protectoras del hogar. ¡En cada casa se dedica un altar a lo que solo es un
dios falso, o el Dios desconocido!
Para nosotros, que
tenemos el privilegio de conocer al Dios vivo y verdadero, ¿qué lugar ocupa él
en nuestros hogares? Cristianos, nosotros sabemos que nuestro bienestar, es
decir, el alimento diario, la salud, las alegrías familiares, todo nos viene
gratuitamente de la bondad de Dios. ¿Pensamos en agradecer a aquel que nos
llena de sus bondades y en pedirle que prepare el día siguiente? Se dice que
una familia sin oración se parece a una casa sin techo, abierta y expuesta a
todas las tempestades. La oración en familia al final del día cierra la puerta
para dejar fuera los peligros de la noche y, por la mañana, la abre para
permitir que recibamos las bendiciones divinas.
En esos momentos de
oración, ¡pensemos en nuestro propio hogar y también en tantas necesidades que
están a nuestro alrededor! Intercedamos juntos por nuestros vecinos incrédulos,
por los compañeros de estudio de nuestros hijos o nuestros compañeros de
trabajo, por las autoridades, por la paz de nuestro país y por las numerosas
personas que sufren.
Orar juntos abre
nuestro corazón a los demás, une a los miembros de la familia y nos prepara
para la reunión de oración colectiva en la iglesia local.
Si el ritmo de la
vida moderna nos condujo a perder esta costumbre, entonces, humildemente,
tratemos con la ayuda del Señor de retomarla hoy.
Comentarios
Publicar un comentario