Honroso sea en
todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los
adúlteros los juzgará Dios. Hebreos 13:4
La «liberación de
la moral» se acelera día a día, los medios de comunicación lo proclaman por
todo lo alto y las leyes suprimen las barreras. ¡Pero esto no es nuevo! Desde
hace más de 3000 años la Biblia menciona la perversión y los abusos sexuales
(Génesis 19), el adulterio (2 Samuel 11), el incesto, etc. (Levítico 18).
Sin embargo, la
misma Biblia es formal. Sobre la vida de pareja, la ley ya ordenaba: “No
cometerás adulterio” (Éxodo 20:14). ¡Nadie puede decir que no comprende
este mandamiento! Y tampoco se puede negar los estragos ocasionados por el
hecho de que muchos no lo tengan en cuenta. ¡En todo caso los niños, que son
las víctimas, no pueden negarlo!
Ahora la Biblia nos
pide algo de una categoría muy superior: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como
Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25).
¡Qué modelo, a la vez magnífico y difícil si consideramos la profundidad del amor
de Cristo por nosotros! ¡Cuántos cambios habría si se volviese a esa moral
considerada desde hace mucho tiempo como desfasada y que sin embargo es más
actual que nunca! Imaginémonos un poco a ese marido conflictivo pedirle perdón
a su mujer, y viceversa, que cada niño volviese a tener un padre y una madre
unidos por un tierno amor, que se condenase drásticamente cada comportamiento
que no se ajustase a los mandamientos divinos.
Es imposible, dirá
alguien. Pero lo que es posible es que cada uno, cuando sea necesario,
reconozca ante Dios su alejamiento, cambie su comportamiento y busque en Su
presencia la dirección y el socorro.
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